Partido Revolucionario de los Trabajadores
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Edgard Sánchez (*)
La fundación de la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores (OPT) ocurre en la víspera del inicio formal de la campaña presidencial. Aunque es un acuerdo explícito que la OPT no se propone como un partido electoral, la elección presidencial del 2012 se convierte en un acontecimiento político de primer orden, más allá del momento de los comicios, que obliga a la OPT a tomar de inmediato posición.
El terrible sexenio de Felipe Calderón iniciado con su imposición como gobierno espurio que busca su legitimación con la declaración de guerra al narcotráfico deja un saldo de decenas de miles de ejecuciones, desaparecidos y víctimas de todo tipo de la militarización impuesta, así como el ataque contra derechos y conquistas de los trabajadores y del pueblo mexicano por el compromiso de ese gobierno con el imperialismo y con la política neoliberal. Obviamente uno de los ataques más significativos es el de la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro en su afán privatizador, así como el ataque contra el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) de cuya heroica resistencia surge la convocatoria para conformar la OPT.
Pero debido al devastador saldo del sexenio calderonista es que la elección presidencial se convirtió en la oportunidad política de confrontar al régimen de la oligarquía neoliberal para intentar sacarlo del gobierno en vista de que la cantidad y profundidad de agravios contra los trabajadores y en general el pueblo mexicano y los intereses nacionales parecieron generar una nueva relación de fuerzas contra ese régimen con un bloque social alternativo, pese a su carácter pluriclasista y limitado, alrededor de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Por esa razón política es que fue correcta la decisión de la OPT de diciembre pasado de apoyar la campaña de AMLO ya que era la oportunidad de enfrentar en este terreno y ya no solo sectorialmente al régimen oligárquico. Todavía no podía avanzar en su organización, crecimiento, formación y consolidación, cuando la OPT ya estaba obligada a tomar posición y participar en una importante confrontación política.
Por lo anterior es que el balance de la OPT no puede hacerse solamente desde una estrecha visión organizativista, sino en el contexto de la lucha política en la que inmediatamente se vio envuelta, así como con el desarrollo del movimiento que le dio origen: la lucha de resistencia del Sindicato Mexicano de Electricistas.
La correcta definición inicial de apoyar la candidatura presidencial de AMLO que cuestionaría el régimen del bloque oligárquico en el poder y que agruparía un movimiento estimulado por la idea de un “cambio verdadero” que no podría ser otro que un cambio de régimen, se vio más fortalecido con el surgimiento, en la víspera de las elecciones, del movimiento #yosoy132 con su clara definición contra la imposición de Peña Nieto, su rechazo al PRI y a la manipulación mediática. Esta conjunción de factores ha evidenciado la oportunidad histórica de una lucha política central contra el régimen de la oligarquía y ya no solamente luchas sectoriales en paralelo.
Esta confrontación está en un momento decisivo. La denuncia del fraude electoral ahora por medio de la compra del voto y la manipulación mediática va conociendo diariamente nuevas pruebas, sobre todo presentadas por AMLO y su equipo de MORENA. Es significativo que el nivel de cuestionamiento a nivel social de la falta de legitimidad de ese supuesto triunfo es de tal magnitud que el PRI no ha podido o no se ha atrevido a realizar algún acto importante de celebración de su “triunfo” a más de un mes de las votaciones.
Contra la imposición de Peña Nieto
El movimiento contra la imposición de Peña Nieto, básicamente organizado en la Convención Nacional contra la Imposición (en la que participa destacadamente el SME pero también los demás integrantes de la OPT), es coincidente con el reclamo legal para anular la elección presidencial. Los grupos que por su posición abstencionista ponen reticencias a su involucramiento en este movimiento no se dan cuenta del carácter político que ya tiene, que es falso que se trate de una prolongación de la campaña electoral de AMLO, aunque la demanda de anulación -la invalidez de la elección- esté presentada en las instancias legales y que a diferencia del 2006 no se está planteando el apoyo a un “presidente legítimo” sino la anulación de la elección presidencial y por tanto la lucha contra la imposición de Peña Nieto. Es un movimiento que cuestiona centralmente el funcionamiento del sistema político electoral totalmente ya adulterado por la hegemonía del dinero, de la compra de la elección por sobre la voluntad de los electores.
De ahí la importancia de esta lucha ya que cuestiona al régimen político imperante.
Hay una fuerte campaña mediática, desde la tarde del 1 de julio, para desmoralizar a la gente y obligar a que “haiga sido como haiga sido” se reconozca el supuesto triunfo de Peña Nieto. Frente a ello el riesgo principal viene de las filas del llamado Movimiento Progresista por todas las corrientes colaboracionistas que piensan que no hay que desgastarse con movilizaciones y plantones y “desperdiciar” así la gran cantidad de votos obtenidos por AMLO, sino convertirse en la bisagra de negociación con el poder, como la “segunda fuerza” que permitiría supuestamente negociar con Peña Nieto (en directo o por medio de la presencia obtenida en el Congreso de la Unión) mejores condiciones de lucha o conquistas democráticas o que supuestamente frenen en algo la pretensión de imponer nuevas reformas neoliberales. Se argumenta que eso es posible porque el gobierno de Peña Nieto sería un gobierno políticamente débil. Lo equivocado del argumento es que si entran a negociar con el priísmo la moneda de cambio que le dan a Peña Nieto es precisamente lo que le falta: la legitimidad, el reconocimiento. Esa debilidad, producto de la evidencia del fraude, es la que sería sustituida por la fuerza del reconocimiento. En todo caso si hay una persistente lucha contra la imposición y no logramos evitarla, al final, el gobierno que así surja sí llegará con una gran debilidad y no al revés.
El supuesto argumento realista de que la imposición es ya un hecho y que hay que iniciar ahora el movimiento contra las nuevas reformas neoliberales, en vez de la lucha política contra la imposición, coincide con la posición de los conciliadores porque en la práctica lo que plantea es darle la vuelta a la hoja de la lucha contra la imposición y en la práctica reconocer al gobierno impuesto. Mientras más rápido sea la vuelta de hoja, para ellos, mejor. La “cumbre de la izquierda” en Acapulco, en realidad la reunión de la izquierda institucional, representada por el PRD y sus más cercanos aliados, así como los candidatos ya electos, parece querer ponerle el plazo para los primeros días de septiembre cuando el Tribunal resuelva sobre la demanda de nulidad. El Movimiento del #yosoy132 y la Convención Nacional representan una perspectiva de lucha mayor que no se agota en esa fecha, como lo muestran las propuestas de plan de acción y el eje político de lucha contra la imposición de Peña Nieto.
Hemos insistido que este momento es el de la lucha contra la imposición. Es cierto que Peña Nieto ya ha anunciado las nuevas reformas neoliberales que quiere imponer y que profundizan en gravedad a las que ya conocimos durante el sexenio de Calderón. En el sexenio que está por terminar fue admirable que frente a cada reforma neoliberal, cada golpe contra las conquistas de los trabajadores y el pueblo, surgió un movimiento de oposición y resistencia que, por lo general, no ha logrado ser doblado. Pero también es cierto que cada movimiento de resistencia por separado, luchando en paralelo, a pesar de su heroicidad y consecuencia, tampoco logró revertir completamente cada una de esas reformas. El origen de cada reforma está en el régimen político de la oligarquía neoliberal. La sucesión presidencial y ahora la lucha contra el fraude ha abierto por primera vez la oportunidad del surgimiento de un movimiento de movimientos, un movimiento central en el terreno político contra ese régimen oligárquico en la consigna de lucha contra la imposición de Peña Nieto. Es una oportunidad de lucha política que no puede desperdiciarse; obviamente no hay garantía de que la ganemos, pero es un esfuerzo que vale la pena y que tiene todavía posibilidades pese a las campañas de desmoralización y las presiones de los conciliadores para volver a la “normalidad democrática”.
El esfuerzo en ese sentido tiene que hacerse, además, porque efectivamente Peña Nieto ya ha anunciado las nuevas reformas que quiere pero también el nombramiento del general colombiano Oscar Naranjo como su asesor central sobre seguridad. Naranjo, incluso, ya anunció su plan para los primeros 100 días de gobierno que contempla el impulso de grupos de choque contra el “crimen organizado”. El nombramiento de Naranjo, el primero que hizo Peña Nieto, es la señal de la intervención imperialista en la edición mexicana del Plan Colombia al grado de que el comandante de las fuerzas armadas mexicanas desde el Poder Ejecutivo contaría, como hemos dicho, con un procónsul yanqui aunque hable español (además de la continuación de las alianzas con los cárteles de la droga). Es de una ingenuidad que raya en la irresponsabilidad o en la complicidad creer que con ese gobierno se puede negociar ofreciéndole de una manera u otra el reconocimiento y que permitirá mejores condiciones o condiciones democráticas para la lucha. Si Peña Nieto logra imponerse sin esta lucha y con el reconocimiento de las fuerzas del Movimiento Progresista la relación de fuerzas y la dinámica que encontraremos el siguiente sexenio serían muy graves y peores aún que lo que representó el gobierno de Calderón, con todo y su cauda de decenas de miles de asesinatos, desaparecidos, huérfanos y desplazados.
La presión desde el Movimiento Progresista, especialmente de los candidatos electos, tipo Graco Ramírez, para cerrar ya el cuestionamiento al supuesto triunfo de Peña Nieto, encuentra por el lado de López Obrador la decisión de circunscribirse a la denuncia del fraude, a la presentación de pruebas del mismo en cada paso legal y en deslegitimar así a Peña Nieto y al PRI pero sin convocar a una movilización decisiva de masas de los miles organizados en MORENA y de los millones que confiaron en la propuesta del cambio verdadero y dieron su voto el 1 de julio. En esas condiciones es que primero el #yosoy132 y ahora la Convención Nacional encabezan el llamado a la lucha y a la movilización contra la imposición. Obviamente para ese objetivo se requiere aun de una mayor fuerza social y aunque es frecuente que en cada movilización del #yosoy132 participan cada vez más sectores de MORENA y aunque la Convención defiende su carácter autónomo pero también amplio y sin exclusiones no basta la participación desorganizada y sectorial de MORENA sino que se requiere el acuerdo y la organización de un movimiento aún más amplio.
Especialmente el SME, pero también desde la OPT, hemos apoyado esta perspectiva de lucha en el marco de la Convención. Pero con lo dicho anteriormente queremos insistir en que el balance y perspectivas de la OPT no pueden separarse del contexto de lucha política que estamos viviendo y de las definiciones que sean tomadas.
En las próximas semanas la toma de posición frente a los acontecimientos que vienen marcarán también el carácter y el perfil de cada fuerza política en medio de la crisis del sistema político electoral y de partidos.
La OPT en el marco de la Convención Nacional tendría que mantener la posición de lucha contra la imposición de Peña Nieto. Esto sería una diferencia central con los partidos del Movimiento Progresista si prevaleciera ahí la posición de aceptar el dictamen del Tribunal y abandonar el cuestionamiento a Peña Nieto y su supuesto triunfo. También lo sería si AMLO aceptara la posición del Movimiento Progresista. Igual nuestra postura , aunque fuera unitaria en la lucha, sería una referencia propia, autónoma, en la eventualidad de que AMLO y MORENA rompieran con el PRD y los partidos del Movimiento Progresista por el tema del reconocimiento de Peña Nieto.
La OPT un partido amplio de los trabajadores y sus organizaciones.
En cualquier escenario es cierto que se abre una etapa diferente en la construcción de la OPT, frente a las circunstancias en que hicimos el congreso de fundación hace un año.
Hoy se mantiene un movimiento por la anulación de la elección presidencial y contra la imposición de Peña Nieto, ha surgido un nuevo movimiento estudiantil el #yosoy132 con una definición política muy precisa contra la imposición y contra el PRI rescatando la memoria histórica de lo que significa el PRI. Un movimiento que recuerda la amplitud y características del movimiento del 68 pero en una circunstancia en donde sí existen ya otros movimientos paralelos al estudiantil y donde éste no puede quedar sólo sometido al riesgo de una represión y donde al mismo tiempo, otra vez, juega transitoriamente un papel de vanguardia de las luchas democráticas. La lucha contra el fraude y la imposición ha abierto una nueva crisis en el sistema político electoral y de partidos. Sea cual sea el resultado de la lucha actual seguramente habrá una recomposición de todas las fuerzas políticas. Todos los días vemos el desarrollo de la crisis en el PAN y dependiendo del resultado de la lucha actual también veremos cómo se expresa en el propio PRI donde por lo pronto Peña Nieto no ha podido imponer en ciertos controles importantes a sus elementos, sino que destacadamente en el Congreso las coordinaciones priístas quedan en manos de Beltrones y su gente.
Pero lo que más nos interesa en lo inmediato son las dinámicas de recomposición de las fuerzas políticas de la oposición, incluida de la izquierda institucional. Aunque el PRD venía arrastrando una notable descomposición política antes de las elecciones, es cierto que el resultado de las mismas le ha permitido reposicionarse y posiblemente estabilizarse momentáneamente por el cemento de conveniencia clientelar que le ofrece la obtención de múltiples posiciones en las cámaras legislativas, así como en gobiernos estatales y locales. Es el reposicionamiento que logró utilizando la imagen de AMLO como imán para mayores votos -debido a que la gente sigue mayoritariamente identificando a AMLO con el PRD- y al mismo tiempo rechazando las propuestas del propio López Obrador y MORENA de candidaturas a los diversos cargos que fueron hegemonizados por las corrientes del PRD, es decir los que ahora son legisladores mayoritariamente ubicados en las corrientes conciliadoras. La primera prueba en la nueva circunstancia la tendrá -como ya dijimos antes- al momento que abiertamente reconozcan a Peña Nieto y la forma que afecte su relación con López Obrador, ya sea que éste rompa con ellos o se allane a la respuesta del PRD y el Movimiento Progresista.
Desde octubre del año pasado, en el Congreso de MORENA, López Obrador había anunciado el nuevo congreso de esta organización para fines del 2012 abriendo la puerta para constituir a MORENA en partido político. De concretarse esta opción no podría ser una alternativa política -ya no un movimiento electoral o de defensa del voto, sino como partido- para las corrientes de la izquierda socialista, trabajadores y sindicalistas que participamos en la OPT. MORENA como partido sería básicamente una reedición del PRD como perspectiva estratégica aunque estuviera marcado por la “honestidad valiente”. Pero la recomposición en ese lado puede ser aún más discutible. Al decidirse el año pasado que AMLO y no Marcelo Ebrard sería el candidato presidencial del Movimiento Progresista, además de cederle a Ebrard el derecho a decidir candidaturas y campaña en el DF, él también planteó crear al final de la campaña electoral un nuevo partido, pero un partido que incluyera a todo el Movimiento Progresista. Es decir, en esa cálculo serían el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano, pero también MORENA, así como no solo los ex priístas que llegaron tras la corriente de Cuauhtémoc Cárdenas, sino aquellos que salieron del PRI pero del tronco salinista como Manuel Camacho Solís y Marcelo Ebrard lo que explica sus visiones privatizadoras y neoliberales como se ha visto en varios casos en el GDF. En esa perspectiva de reagrupamiento político podrían estar también los sectores empresariales que se sumaron a la campaña electoral de AMLO, incluso algunos arrepentidos de haber financiado las campañas contra López Obrador presentándolo como un “peligro para México” en el 2006. La propuesta de Marcelo Ebrard ya empieza a salir en las discusiones de estos días en el seno del PRD en torno a la idea de un partido-frente amplio.
El partido-frente amplio que parecería tener como referencia la experiencia del Frente Amplio de Uruguay (donde conviven varios partidos y electoralmente se presentan unidos al mismo tiempo que con listas particulares) va más allá de un mecanismo de conveniencia electoral y distribución de cargos y prerrogativas pues política y programáticamente iría más atrás que el propio PRD en el proceso de institucionalización como partido funcional al sistema político electoral con un carácter pluriclasista y por tanto conciliador con el neoliberalismo.
La OPT tiene frente a sí un gran reto y posibilidades en el marco de esta crisis y reacomodo del sistema y de las alternativas político partidarias. Para poder continuar las luchas de resistencia contra el neoliberalismo, contra la imposición de Peña Nieto y por una perspectiva anti sistema, es decir anticapitalista y por el socialismo, se requiere fortalecer una alternativa político partidaria como la que hoy representa la OPT y no proyectos pluriclasistas y conciliadores de adaptación al sistema.
Tenemos una importante posibilidad por el surgimiento de un movimiento de masas autónomo y crítico basado también en una nueva generación de lucha. Es una posibilidad en la medida que mantenemos y profundizamos como militantes de la OPT nuestra participación, compromiso y apoyo en estas nuevas expresiones del movimiento. No confundimos, sin embargo, este nuevo y dinámico movimiento social con la necesidad de un proyecto político partidario anticapitalista de largo aliento. Son dos niveles y cuestiones diferentes aunque relacionados. Por ejemplo, en relación a la necesidad de la unidad de este amplio movimiento social. Bajo el impulso del #yosoy132 se constituyó la Convención Nacional contra la Imposición. En la Convención Nacional se está forjando la unidad más amplia del movimiento; puede ser, como ha planteado Pablo González Casanova, el movimiento de movimientos. Pero para asegurar esa unidad amplia se requiere preservar, como ha insistido el #yosoy132, la autonomía, la independencia y la pluralidad. En esa pluralidad-unidad la OPT participa comprometidamente con sus propias propuestas e ideas, al igual que deberían hacerlo muchas más corrientes políticas y de pensamiento. Sería un error pretender convertir un amplio y diverso movimiento en un partido-movimiento. Por supuesto que el actual movimiento no toleraría un intento que pudiera parecer -aunque no se quisiera- como manipulador por parte de una corriente política, pero aún sin esa manipulación el resultado sería necesariamente el de un acuerdo político muy vago y general para incluir la diversidad y el de constreñir un movimiento a una referencia política que alejaría a otros movimientos que deberían unirse a la lucha. Es decir, el partido-movimiento ni sería partido por estar basado en un acuerdo excesivamente laxo (que seguramente no podría incluir una definición anticapitalista o socialista) y dejaría de ser movimiento de masas plural y autónomo.
Lo que tenemos que hacer es potenciar ahora la propuesta de la OPT como partido de los trabajadores y sus organizaciones. Dijimos al principio que al fundarse la OPT en agosto del año pasado tuvo que definirse y tomar posición ante la campaña presidencial sin tener el tiempo para organizarse, construirse y consolidarse. Por eso lo más importante son las tomas de posición que como OPT hemos adoptados este año, básicamente al apoyar la candidatura de AMLO y su campaña, así como ahora la lucha contra la imposición. Pero con todas las dificultades del momento iniciamos también, al mismo tiempo que la campaña, la construcción de la OPT y la continuación de tareas estratégicas como la lucha y defensa del SME y la propuesta de una central de trabajadores. En estos niveles la participación de los camaradas del SME ha sido decisiva en la afiliación masiva a la OPT y la construcción de comités de base de la OPT sobre todo en el Valle de México. Otros camaradas y corrientes integrantes de la OPT también hemos contribuido a la construcción de la OPT en otras ciudades del país. En la propia campaña electoral los camaradas del SME, aprovechando la candidatura del compañero Martín Esparza, el único candidato de la OPT registrado por el Movimiento Progresista, concretamente por el PT, participaron activamente y continuaron la lucha contra el PAN y el PRI en este terreno. Estos esfuerzos permitieron que la OPT hoy haya logrado mantenerse como referencia en el mar de reacomodos políticos que ocurren y con la necesidad de ser relanzada con un nuevo impuslo.
En la crisis y reacomodo de fuerzas políticas en curso, la OPT debe reposicionarse como la propuesta de un partido de los trabajadores. No hay futuro para la lucha contra el neoliberalismo y contra el sistema, en partidos pluriclasistas como los que, nuevamente, nos ofrecerán los sectores -reagrupados o no- de la izquierda institucional. La fuerza y alternativa que el OPT representa es la de ser un proyecto clasista, un proyecto de la clase trabajadora. Ese es el vacío que ha existido en México desde siempre: contar con un partido amplio, de masas, de los trabajadores. Esa es la opción que la OPT puede representar por haber nacido de la iniciativa del sector más combativo y de vanguardia de la clase obrera y del sindicalismo mexicanos: el SME. Esa definición de origen es la que permite dirigirse a otros sectores de los trabajadores y sindicalistas a construir juntos un partido clasista. Nuestro proyecto no viene de una escisión -por muy progresista que pueda ser- del PRI o de la clase en el poder. Nuestro proyecto viene desde la clase trabajadora y sus organizaciones sindicales y políticas. Para otras corrientes políticas sumarse al partido que viene de la ruptura del sistema, que viene del poder, les es atractivo y les parece garantía de acceso rápido al poder, aunque generalmente es solo a la administración del gobierno a donde llegan. No es que subestimemos las rupturas de los partidos del gobierno y de la clase en el poder, que seguramente veremos con mayor frecuencia pronto. Lo que no admitimos es que la izquierda socialista y los trabajadores deban subordinarse políticamente e integrarse al partido (o partidos) de esos sectores que vienen desde el poder. Acuerdos y alianzas puntuales pueden hacerse pero los trabajadores requieren contar con su propio partido, independiente de las demás fuerzas políticas y sociales. Esa es la tarea que puede realizar la OPT. Y esa es la propuesta alternativa que presentamos en medio del río revuelto de reacomodos, desaparición de partidos y surgimiento de nuevos pero que tienen en común ese carácter pluriclasista y funcional al neoliberalismo.
Cuando decimos partido de los trabajadores algunos camaradas piensan que nos referimos a una visión estrechamente obrerista y que subestima la importancia de una alternativa partidaria entre otros sectores del pueblo trabajador explotado y oprimido por razones de clase, pero también por razones de género, de preferencia sexual, de identidad, por la defensa de los derechos y usos y costumbres de los pueblos indígenas o de las luchas del movimiento campesino o del urbano popular. No es así. Partido de los trabajadores quiere decir no que su composición es exclusiva de obreros industriales, sino que su programa, estrategia, métodos y perspectiva política parten de una definición y posición de clase, la de los trabajadores que viven de su fuerza de trabajo (manual o intelectual) y no de la explotación de otros. Por el otro lado, por ejemplo, los partidos pluriclasistas, como los de la izquierda institucional y los que se están proponiendo ahora, no es que sus integrante sean exclusivamente burgueses o representativos de la burguesía financiera. Por supuesto que en sus filas hay sectores populares e incluso de trabajadores. Pero el programa, la política y estrategia de esos partidos llegan al límite de no cuestionar al sistema capitalista y se quedan en esfuerzos -esos sí utópicos en el sentido de irrealizables- por “humanizar” al capitalismo, de limar los aspectos más filosos del neoliberalismo, de corresponsabilidad con la clase dominante, de institucionalización en un marco por definición inequitativo e injusto, etc. Cuando mucho, en un programa social-liberal.
El problema de partidos pluriclasistas es ese programa de conciliación con el sistema, aunque a veces la burguesía no esté presente, sentada en las sillas del Comité Ejecutivo de ese partido. Basta, como diría el clásico marxista, para que los ideólogos de ese partido se rindan ante la sombre de la burguesía, aunque no esté, pero a la cual le guardan en el sentido programático una silla en ese Comité Ejecutivo. Por eso también la propuesta de partido-movimiento tiene su debilidad en el terreno programático, porque más allá de acuerdos de funcionamiento el problema es que implica diluir o disminuir la definición programática en aras de una supuesta amplitud. Como dice el compañero Cuauhtémoc Amezcua en su contribución, quizá hoy en la OPT somos más bien partido-frente, pero eso está bien porque ha permitido la unidad en la pluralidad. Participamos juntos compañeros del SME -que mantiene su autonomía y organicidad- y también organizaciones y militantes de la izquierda socialista. Si se piensa en un partido-movimiento para asegurar la amplitud y pluralidad no es necesario hacerlo a costa de rebajar la definición política de la OPT. El partido-frente que somos hoy asegura esa amplitud, unidad, pluralidad y funcionamiento democrático.
En todo caso en medio de la crisis actual y del reacomodo de fuerzas políticas podemos más bien precisar y apuntalar más la definición de la OPT como partido de trabajadores, con una definición clasista, con una perspectiva anticapitalista y socialista, que así entendemos la lucha por la liberación nacional y la emancipación social.
En lo inmediato necesitamos mantener y reforzar nuestra posición en la lucha contra la imposición de Peña Nieto que será un punto de definición central de todas las fuerzas. Como propuesta política relanzar a la OPT como el proyecto de un partido amplio de los trabajadores y sus organizaciones.
Al mismo tiempo que participamos en las movilizaciones y acciones de la Convención Nacional y su objetivo presentando nuestras propias propuestas e ideas, continuamos con la labor de afiliación y creación de comités de la OPT como la alternativa que ofrecemos a una nueva generación de activistas y militantes políticos. La propuesta no de una OPT difusa y sin visibilidad política, sino de una organización partidaria militante, organizada y con cuadros presentes y activos en el movimiento, una organización de dirigentes como dicen los camaradas del SME. Es posible que en este posicionamiento de la OPT como alternativa de los trabajadores, frente al resto de opciones partidarias pluriclasistas y social-liberales, busquemos en algún momento el registro legal como partido. Es una decisión, sin embargo, que conviene tomar o no un poco más adelante cuando veamos la resolución de la actual crisis del sistema político partidario al que hoy estamos cuestionando precisamente por su carácter inequitativo, determinado por el dinero y excluyente.
México, . D. F. a 15 de agosto de 2012.
(*) Contribución de Edgard Sánchez a la discusión preparatoria de la OPT que celebrará en septiembre su Consejo Nacional. Edgard Sánchez, además de ser dirigente del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) es integrante de la Comisión Política Nacional de la OPT.