CONTINUIDAD Y CAMBIOS EN LA ELECCIÓN DEL 2 DE JUNIO.
Edgard Sánchez.
Las elecciones federales del 2 de junio en México, obviamente encabezadas por la elección presidencial, representan un paso decisivo en la consolidación de un nuevo régimen político. Proceso que se inició con la elección de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en 2018, en medio de múltiples contradicciones y jaloneos y que ahora parece que se consolidará con Claudia Sheinbaum en la Presidencia de la República. Es decir que mantendrá la continuidad con el proyecto iniciado por AMLO.
No es una Cuarta Transformación histórica de la nación como publicitariamente la presentan Morena y sus aliados. Un nuevo régimen político en el marco del Estado capitalista prevaleciente en México desde finales de la Revolución Mexicana no es igual a una Cuarta Transformación que requeriría una verdadera revolución como las tres anteriores pero que en el siglo XXI no podría ser sino una transformación revolucionaria anticapitalista, no retóricamente antineoliberal y “humanista”.
Pero políticamente los resultados de la elección del 2 de junio son muy importantes y relevantes.
En primer lugar la contundente derrota de los partidos de la derecha tradicional, del PRIAN (y en consecuencia la pérdida del registro legal del PRD). Autointoxicados con su propio discurso calumnioso y de mentiras tanto Xóchitl Gálvez la candidata presidencial como los líderes de sus partidos, aparecieron la noche del 2 de junio verdaderamente sorprendidos y desmoralizados con la derrota porque parecían haberse creído sus invenciones de que podrían ganar. Como dijimos, en su momento, la derecha en México y sus partidos están desfondados desde 2018 y no tienen autoridad moral y política. Por eso rechazamos el chantaje que desde el progresismo esgrimían diciendo que si no votabas por Morena favorecías el triunfo de la derecha. Quizá esos voceros del progresismo lopezobradorista, especialmente voceros que provenían de la vieja izquierda reconvertidos hoy en progresistas, también se creían el discurso de la derecha de que estaba a punto de ganar o simplemente era una maniobra para chantajear con el apoyo a Morena y sus aliados con el “petate del muerto” del “avance” de la derecha o peor aún de la ultraderecha. Afortunadamente México 2024 no es la Argentina de Milei. Se demostró palmariamente que en México no había en este momento el riesgo de un avance de la derecha o de la ultraderecha. Es cierto que siempre hay el riesgo, como lo hemos visto en otros países de América Latina, que ante la desilusión de las masas con el progresismo en el gobierno, la derecha crezca. Pero la desilusión ante las contradicciones, limitaciones e inconsecuencias del progresismo, podrá ser capitalizado por la derecha siempre que no haya una alternativa propia de la izquierda revolucionaria y anticapitalista. Por eso no se ayuda a evitar esa desilusión si la izquierda se asimila o subordina al progresismo en el gobierno. Por eso es central la propuesta que hacemos de un polo social y político alternativo al gobierno y sus partidos pero también a los partidos de la derecha tradicional.
Mientras tanto la derecha en México se hunde en crisis. Empiezan a cundir las diferencias sobre las explicaciones de la derrota y el señalamiento de culpables. Algunos ya reconocen que encerrados en su globo de mentiras se creyeron sus supuestos avances. Pese a la magnitud del ataque desarrollado por las redes sociales durante las campañas electorales, se comprobó que con las redes también puedes autointoxicarte, creando tu propio mundo virtual, un mundo con tus verdades y mentiras autoreferenciadas para ilusionarte en tu supuesto triunfo. El PRD tuvo menos votos que los votos nulos y por tanto le cancelarán el registro legal a nivel federal. El PRI, que todavía en la víspera de la votación siguió sufriendo rupturas que como la de Alejandra del Moral ex candidata a gobernadora del EdoMex que se unió a la campaña de Sheinbaum, anuncian la ruptura del histórico bastión del PRI del grupo Atlacomulco (con todo y Peña Nieto?) y que en estas votaciones obtuvo menos que el Partido Verde y que el MC.
Pero también es cierto que la magnitud de la derrota de la derecha del PRIAN es histórica. Quizá paradójicamente la ofensiva mediática de Xóchitl y el PRIAN que anunciaban su regreso, generó una reacción popular contundente expresando su rechazo categórico al pasado que representaban.
Sin embargo, los resultados electorales expresan algo más que simplemente el rechazo al PRIAN y debe reconocerse y entenderse. El nivel de participación, excediendo el 60% pero capitalizado por los partidos del gobierno y especialmente por Sheinbaum fue histórico y por eso algunos hablan de un tsunami. La votación por Claudia Scheinbaum superó a la de AMLO en 2018 en números absolutos y porcentuales. Los famosos 30 millones de votos por AMLO fueron superados por Sheinbaum, ya con los cómputos oficiales del miércoles 5 de junio, a 35.9 millones de votos. El crecimiento de votos no se explica simplemente por el crecimiento de la población y por tanto del padrón electoral. El porcentaje de votación por Sheinbaum también es superior al de AMLO en 2018. Si en aquel entonces fue del 53% ahora llegó al 59.7 de la votación. En ese marco se ubica también la mayor votación en una elección presidencial.
Adicionalmente Morena y sus partidos aliados obtuvieron mayoría calificada en la Cámara de Diputados y están peleando obtenerla también en la Cámara de Senadores, lo que les permitiría -si quisieran- hacer pasar reformas constitucionales aun sin los votos de los partidos del PRIAN y del MC.
En la elección de gobernadores ganaron en la mayoría de los estados de la República donde hubo elecciones locales, con la excepción de Guanajuato donde gana el PAN y en Jalisco donde están disputando el triunfo del MC. Es decir, 7 de 9 elecciones locales. En los congresos locales en disputa también ganan la mayoría. En la Ciudad de México, mantienen la Jefatura de Gobierno (origen de Sheinbaum y AMLO) con Clara Brugada derrotando ampliamente al panista Taboada, aunque el PAN gana sus tradicionales Alcaldías en Benito Juárez y Miguel Hidalgo y parece que como PRIAN tendrán Cuauhtémoc y Coyoacán. De todos modos, Morena se recupera en la CDMX en comparación con el 2021, así como en el Congreso local. En las múltiples elecciones locales generalmente Morena gana aunque hay también infinidad de resultados diversos, incluso de partidos aliados de Morena que ganan contra Morena como el Verde en Oaxaca capital y el PT en Tuxtepec y otras variables locales.
Otro hecho histórico es que Claudia Sheinbaum es la primera mujer electa Presidenta de la República, sobre lo que nos extenderemos más adelante.
En ese panorama el triunfo de Morena y sus aliados es aplastante. Habiendo estado en discusión durante las campañas los programas sociales del gobierno de AMLO, una parte importante del éxito electoral del gobierno y su partido puede explicarse por las políticas asistenciales. Decimos que estas políticas asistenciales son parte del gobierno de los diversos progresismos, pero no lo reducimos simplemente a una práctica clientelar. Es una política más compleja pues efectivamente introduce nuevos derechos sociales y nuestra crítica es porque sus resultados son limitados y funcionales al capitalismo y el consumo, en tanto no son anticapitalistas y por eso mantienen la desigualdad social.
Pero en consecuencia decimos que el triunfo arrollador de Morena no es resultado simplemente de políticas clientelares, sino más profundo, conquistar la hegemonía ideológica en el pueblo del pensamiento del progresismo lopezobradorista, presentado como la supuesta 4T, pero reflejo de esta forma de progresismo. Es esta hegemonía ideológica y política del pensamiento progresista lo que es una sólida base para la consolidación de un nuevo régimen político que se presenta como crítico al neoliberalismo pero también alejado del socialismo revolucionario que es anticapitalista.
También es cierto que hubo múltiples irregularidades en el proceso electoral e incluso evidentes trampas. Nuevamente, como en 1988, hubo casillas “zapatos” (donde supuestamente vota el 100 por ciento del padrón y ese 100 por ciento vota por el partido del gobierno) en algunos distritos de Chiapas. Pero en vez de que ese 100 por ciento de algunas casillas fuera para el PRI, como en 1988, ahora fue para Morena. También es cierto que el nivel de violencia fue tan grande como en 2018, cuando la elección de AMLO, incluso con respecto al número de candidatos y candidatas asesinadas. Como dijimos en 2018, el que AMLO haya triunfado -o que por fin se le haya reconocido el triunfo- no fue producto de la salud democrática del sistema electoral, sino a pesar del sistema electoral que tenía preparado un gran fraude y represión que no se realizó cuando AMLO les advirtió que ya no podría “controlar al tigre” si había un nuevo fraude. Eso obligó a la transición pactada que ofrecía el propio AMLO para evitar la violencia. En 2024, la “fiesta democrática” no quiere decir que el sistema electoral sea democrático. Pero el hecho político que es necesario reconocer es que pese a todas esas irregularidades, trampas y un sistema no democrático, el respaldo del masivo voto popular a favor de Claudia Sheinbaum y Morena es incuestionable. Representa un problema político real por la hegemonía del pensamiento ideológico del “lopezobradorismo” y la consolidación de un nuevo régimen político en el marco del capitalismo. Ese hecho político es lo que le quita fuerza al argumento de Xóchitl Gálvez de que hubiera un fraude. Las irregularidades denunciadas y trampas ocurridas no alteran el resultado político general y eso es lo que hay que señalar y analizar.
La oposición de derecha también insiste en que habría habido fraude por la participación del crimen organizado, especialmente los cárteles de la droga. En realidad, éste es un problema existente desde antes de las elecciones del 2024. Y el involucramiento del narco no es exclusivo con los partidos del gobierno sino de todos los partidos. Dependiendo de la zona del país, del cártel correspondiente y los partidos presentes encuentras el fenómeno en Tamaulipas con el PAN o con el PRI, en Chiapas con el Verde y así en diversidad de situaciones. En realidad es expresión de la podredumbre del sistema electoral dominado por el dinero, tanto para registrar partidos como para mantener su funcionamiento y “enraizamiento” local, por un lado. Pero por el otro es expresión del desarrollo del capitalismo criminal que se extiende con el neoliberalismo por medio del extractivismo, la minería y otros negocios que destruyen y atacan a las comunidades para despojarlas utilizando bandas armadas, sicarios y grupos paramilitares ligados a diversos niveles del gobierno y de las fuerzas armadas. El extractivismo y el capitalismo criminal se desarrolla incluso con gobiernos progresistas cuyo horizonte se limita a la retórica antineoliberal y que no llega a una política anticapitalista y ecosocialista. En estas elecciones sobre todo a nivel municipal y local esta imbricación entre el capitalismo criminal y las instituciones políticas, incluidas partidos, se volvió a comprobar.
De nuevo, eso no lleva a omitir la conclusión política general de avasallamiento del progresismo lopezobradorista en esta sucesión presidencial y del resto de elecciones.
El otro elemento novedoso que debe registrarse es el triunfo de Claudia Sheinbaum como mujer presidenta. No debe regatearse el hito histórico que representa. En un país como México y el peso de la ideología y cultura machista es sorprendente el triunfo de Sheinbaum. Por las resistencias, prejuicios y tabús existentes contra la participación de las mujeres en política. Frecuentemente se expresó el desprecio incluso por ser mujer y escapar a las supuestas características femeninas, como cuando la propia Xóchitl Gálvez la describía como “fría” o atizando prejuicios religiosos presentes en el pueblo de México. Periodistas extranjeros, sobre todo de EU, señalan la sorpresa de que en México machista y mayoritariamente católico, se elija a una mujer y “además” judía (extrapolando los orígenes familiares de Sheinbaum). Es muy significativo que el 62% de los votantes por Sheinbaum hayan sido hombres y 52% mujeres que contradice el prejuicio de que “no quieres que te mande una mujer”. Es cierto, como dice Sheinbaum, que no llega ella sola, llegamos todas. Es resultado de décadas de lucha del movimiento amplio de mujeres y del feminismo, por lo menos desde el sufragismo, donde por cierto destaca el hecho de que la compañera Rosario Ibarra, en otro contexto y con un perfil radical, fue la primera mujer en la historia de México en ser postulada como candidata presidencial en 1982 y en 1988 por el PRT
Siendo cierto lo anterior no es que el nuevo gobierno será feminista. No es el feminismo el que está representado por Claudia Sheinbaum sino el progresismo. Desde el gobierno de AMLO que al mismo tiempo mantuvo durante su sexenio un combate contra el feminismo, descalificándolo y presentándolo como manipulado por la derecha, ya se había logrado un Congreso paritario e incluso un gabinete paritario en la Presidencia de la República. La paridad, como antes el derecho al voto y a ser votada, es una vieja demanda del movimiento amplio de mujeres y del feminismo. Pero el feminismo no se limita a los derechos civiles y la paridad. Estos son parte de derechos democráticos que por supuesto deben poder ejercer también las mujeres. Y la experiencia ya demostró que cuerpo de mujer no es garantía de conciencia feminista o de la condición de mujeres. Desde el movimiento feminista peleamos siempre por la paridad y las cuotas de acción afirmativa con campañas como “ganando espacios”. Exigimos la paridad en el gobierno y partidos, pero no solamente para nuestras compañeras y camaradas, sino como demanda con efecto social. De esa demanda democrática se beneficiaron también mujeres de derecha en partidos de derecha o en gobierno de derecha. En México y en el mundo. Por eso decimos que cuerpo de mujer no es garantía de conciencia feminista. Y la perspectiva feminista subversiva del orden patriarcal del capitalismo, va más allá de ciertos derechos civiles. Y así se ha comprobado en el sexenio que termina con la lucha contra el feminicidio y por el derecho al aborto que no ha logrado durante este sexenio consagrarse como derecho en todos los congresos locales, pese a la resolución de la SCJ y la propia Claudia Sheinbaum en campaña eludió una definición precisa sobre el aborto (como tampoco hizo AMLO en su momento que esquivaba con la idea de una consulta al respecto, a lo que el feminismo respondió que los “derechos no se consultan”) obviamente por razones de pragmatismo electoral.
Y este tema, nos lleva al punto central de qué esperar de este gobierno. Por eso hemos empezado reconociendo la continuidad del gobierno con el programa iniciado por AMLO y que ellos llaman 4T, y que Claudia Sheinbaum le llama construir el “segundo piso de la 4T”. No hay confusión posible. La línea del progresismo iniciada por AMLO será continuada por Sheinbaum. Por supuesto siempre existirá lo que Cossío Villegas llamaba el “estilo personal de gobernar” pero no una ruptura como la que algunos ilusionados con Claudia suponen (o que con jiribilla le sugieren, como Rosario Robles, desde una perspectiva supuestamente feminista) Desde la campaña Sheinbaum se comprometió con las 20 reformas propuestas por AMLO como herencia y plan de gobierno. Seguramente Sheinbaum será cuidadosa en su implementación, por ejemplo con la reforma al poder Judicial, por la reacción del “mercado” y preocupada como debe ser en la estabilidad de su propio gobierno, pero la continuidad del programa de gobierno del progresismo inaugurado con AMLO lo mantendrá. Un progresismo que como ya dijimos antes, implica retórica antineoliberal pero continuación de líneas centrales del neoliberalismo (desde los megaproyectos ecocidas hasta la autonomía del Banco de México y la relación con EU en el marco del TMEC), así como la militarización que no se reduce a nuevos Tlatelolcos, sino al empoderamiento de las fuerzas armadas en el aparato del Estado, la GN bajo el mando de la SEDENA, la protección del secreto y prestigio miliar ante las exigencias de derechos humanos como en el caso de Ayotzinapa y los desparecidos políticos que no han alcanzado justicia durante todo un sexenio.
Como en 2018 es posible -y con más fuerza- que se genere una ilusión con respecto al nuevo gobierno y la nueva Presidenta . Por ser mujer, por ser joven por ser ”hija del 68” por ser universitaria, científica (todo el tiempo a su nombre le anteceden el título de Doctora). Nuestra actitud, como pensamos debe ser la del conjunto de la lase trabajadora y las luchas actuales, así como de la izquierda socialista, no es de esperar ilusionados de que habrá un cambio y se resolverán los problemas pendientes y que las luchas del sexenio que termina y de antes, ahora sí se resolverán por voluntad política desde el gobierno. La experiencia del gobierno de AMLO, que al final de su sexenio, luchas emblemáticas seguían peleando pese a las promesas electorales o las ilusiones de que se resolverían, como el caso de Ayotzinapa y los desaparecidos, o como las reformas neoliberales de Peña Nieto como la cuestionada por la CNTE desde aquella época, muestran que el camino debe ser cuidadoso. No es de depositar la confianza en las candidaturas ni en nuevos gobiernos. La confianza tiene que seguir siendo puesta en la lucha política y de masas. No es que el nuevo gobierno tiene “retos” que resolver o la confianza de que ahora sí lo hará. Es que solamente por medio de la lucha organizada, pero independiente del gobierno y estos partidos institucionales que son parte del sistema, permitirá conseguir estas demandas postergadas, pendientes o rechazadas por el gobierno. Es posible conseguirlas, no por voluntad política o convicción del gobierno, sino porque la amplia politización aunque sea en un marco electoralista, pero de rechazo a la derecha y de estímulo a la participación de las mujeres, posibilita una mayor participación en la lucha. Gobierne quien gobierne, la lucha debe continuar.
Y finalmente, pero lo central, es pelear por la independencia y autonomía política del movimiento. El aplastante triunfo de Morena anuncia la consolidación de un nuevo régimen político pero también de un nuevo partido de Estado que supone aglutina a “todos” los mexicanos sin distinción de clase y donde deben expresarse todos los intereses diversos y encontrados bajo el mando de ese partido. El resultado del 2 de junio debería llevar a una profunda reforma política electoral pero no sólo al INE como dice AMLO sino al conjunto del sistema de partidos que ha excluido la posibilidad de partidos de las clases trabajadoras y quiere reducir todo a un binomio dentro del sistema (progresismo o derecha). Desde el gobierno de AMLO insistimos por ello en la necesidad de un polo social y político alternativo tanto a los partidos del gobierno como a los partidos de la derecha tradicional. A nivel social esta necesidad ha sido señalada por luchas como la de Ayotzinapa o la de la CNTE. A nivel político, recientemente por la conformación de un Bloque de Izquierda Independiente Anticapitalista y Antipatriarcal donde participa el PRT junto con otras corrientes políticas como el MTS, el MAS y la LUS así como otros colectivos en lucha.